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DISCLAIMER :"Los personajes no son míos, pertenecen a Joss Whedon, Mutant Enemy, WB, UPN, FOX, o quien sea que tenga ahora sus derechos, aunque sin ninguna duda moralmente yo tengo muchos más derechos sobre ellos y además los trato con infinito más respeto, aprecio y conocimiento. La historia sí me pertenece, y por ella no persigo ningún fin comercial."
NOTAS: Este es un fic de esos en los que no pasa nada (
Demonio dixit) vamos absolutamente nada, pero que me apetecía muchísimo acabar, surgió en medio de la vorágine que han sido estas últimas semanas, y en contraste a la locura de mi RL es totalmente sosegado, sin sufrimiento (y eso en mí si que es raro jaja) en fin, no sé muy navideño. Me apetecía mucho acabarlo, porque fuera de esta época no tiene mucho sentido, así que le agradezco muchísimo a
Demonio que me haya esperadopara que pudiera publicarlo en el Certamen de fanfics navideños del foro WTB. Un beso grande hermosa.
Gracias como siempre a mi querida
Adicta, por esa mirada, sin la que no subiría nada, y mil gracias por su paciencia, y sobre todo por comedir mi "amor" por los puntos suspensivos, ella ya me entiende.
Por eso y mucho más, se lo dedico a las dos. Un beso. espero que os guste Podeis leerlo en
WTBNochebuena Antes
Mira absorto el fuego crepitando en la chimenea, recostado en ese mullido sillón que se empeñó en comprar para él. Un libro de reposa en su regazo, hace rato que abandonó la lectura perdido en sus pensamientos, afuera los últimos rayos de sol dibujan siluetas entre las sombras de los edificios, el cielo gris va oscureciendo lentamente mientras en el horizonte nubes anarajandas amenazan con descargar finas gotas heladas. El aire es gélido, quizás incluso demasiado para esa época del año en California. Espera la caída de la noche, ese momento mágico, que él espera durante todas esas horas, porque es el inicio de su día realmente, esperando que regrese del trabajo, ansioso, deseando ver su silueta llegar por el camino, su sonrisa cansada después de una larga jornada, pero feliz por esas horas robadas cada atardecer, en las que después de cenar se sentaran junto al fuego, recostada entre sus brazos, aspirará su aroma y besará su cuello. Un momento dulce antes de salir como cada noche.
Recorrerán juntos una vez más las calles, pegados, piel con piel, y sentirá una vez más como se le eriza el vello en la nuca, como el calor recorre su cuerpo, aún en la fría noche. Y al llegar a casa ya en el porche la cogerá entre sus brazos besándola con premura, con urgencia, recorriendo su cuerpo con finos dedos. Cada noche es la primera vez, Es un sueño del que no quiere desperar nunca. A veces teme que todo se esfume, que no sea más que eso, un bello sueño.
Buffy llega en cuanto el último rayo muere en el horizonte, Y antes de que saque la llave del bolso la puerta se abre. Cada noche le recibe su abrazo, sus besos, el calor de su amor, reconfortando su menudo cuerpo cansado, tras un largo día, de horas interminables. Un largo beso de bienvenida la recibe cada noche, dulce y caliente, lleno de amor y pasión. Cenará con ella, como si realmente lo necesitaría, saboreando los platos como ningún otro vampiro podría, mientras ella parlotea animada, él la contemplará con esos ojos llenos de amor, de entrega absoluta, atesorando ese momento tan esperado durante todo el día.
Besa sus labios como si fuera la primera vez, con dulzura, enredando sus bocas en la humedad de sus labios, su lengua juguetona dibuja sobre su piel y sus dedos recorren cada rincón. Cada día es nuevo, cada noche es diferente.
Hoy hace mucho frío, y Buffy no tiene ganas de salir, está tan a gusto entre sus brazos, rodeada por su calor, que se acurruca un poco más, está callada, pensativa, falta poco para navidad, muy poco. A Spike no le gusta mucho, le trae muchos recuerdos, es ese momento en que la falta de los que amamos se hace más patente aún si cabe. Pero desde que están juntos esa tristeza
se hace más tolerable, más llevadera también para ella.
Desde hace días una idea toma forma en su cabeza, y no sabe muy bien como explicársela, no sabe muy bien como pedírselo, seguro que se negará en redondo, se enfadará y luego le pondrá esa mirada desvalida que tanto daño le hace, ese puchero de niño que la desarma totalmente. Le hace tanta ilusión, pero en el fondo de su corazón sabe que para él es un difícil a pesar del tiempo transcurrido compartir esos momentos con él. Ya es bastante duro tenerlos a todos en casa, perder su intimidad, aguantar los correteos de las niñas, los chistes de Xander, los conjuros de Willow… Aún así, sería tan agradable estar todos juntos...
- Spike-
- ¿Si amor?- Spike la mira con esa mirada que la penetra, que parece leer dentro de ella- y se siente totalmente vulnerable.
Después de tanto tiempo aún le parece imposible que estén juntos, es como esos plácidos sueños de los que no quieres despertar. Son dos piezas de un mismo puzzle, encajadas perfectamente. Mira sus ojos profundos, aspira hondo, y con los ojos entrecerrados, para no ver su expresión de niño desvalido, ese puchero que la desarma, lo dice al fin.
- Me gustaría que vinieran todos esta navidad- apenas le mira de reojo y aún así intuye su mirada de desilusión,- ya sé que querías una Navidad tranquila, pero me gustaría tanto...- y mientras lo dice vuelve su cara hacía él, sus grandes ojos verdes brillan, con esa húmeda mirada de las lágrimas que quieren escapar y se retienen a duras penas
- Buffy… ¿todos?, ¿quienes son todos? Giles y Willow vendrán como siempre y Dawn con las niñas, que lo llenarán todo de ruido, y carreras, y me esconderán los calcetines, y los cigarrillos como la última vez. Y probablemente lo revolverán todo volviéndome loco, o tal vez escondan las gafas de Giles jaja-
- Spike... quiero pedirte algo - él la mira, intentando adivinar el misterio, pero está vez se siente totalmente desorientado, no se le ocurre porqué tanta seriedad, ni porqué se lo pide así, sabiendo que él no podrá negarle nada.
-No querrás que me disfrace otra vez...porque no lo haré.- su cara finge un enfado que no existe, aunque algo le hace intuir que las cosas no van por ahí.
- Me gustaría que fueras a los Angeles- dice al fin, en apenas un susurro
- Me gustaría que visitaras a Angel, y le invitaras a cenar... - Lo dijo lento, pausado, bajando la cabeza al final para esperar su respuesta. Pero él estaba tan sorprendido que le costó reaccionar. Qué idea más absurda, Angel, si no querrá venir. Después de tanto tiempo. Intenta protestar, buscar una excusa, pero cuando la mira se siente totalmente desarmado, incapaz de negarse.
Estaba sentado a oscuras en aquel cálido salón, mirando los rescoldos del fuego que aún dibujaban peuqñas figuras en las sombras de la noche. Pensando en como había conseguido que le prometiera la cosa más absurdo del mundo. Y lo más sorprendente es que se había escuchado a sí mismo diciendo que sí. Y ahora tenía que conducir hasta los Angeles, plantarse en casa de Angel y conseguir que viniera a cenar en nochebuena. Sólo le había faltado que le pidiera que hiciera de Santa Claus. Por un segundo la imagen de Angel vestido con el traje rojo, el gorro y la barba le hizo dibujar una amplia sonrisa burlona.
Los preparativos La música suena en el coche, mientras recorre esa larga autopista vacía, es lo bueno de viajar de noche, a penas se encuentra uno a nadie. Recorre veloz la distancia que le separa de Los Angeles sin saber muy bien que va a decirle. Podrían haberle llamado por teléfono simplemente, igual que había hecho con el resto, pero ella estaba convencida de que no iría, así que le había asignado la misión de traerle para la cena de nochebuena.
Se siente extraño, la sola idea de estar todos juntos cenando en el comedor de su hogar le parece la más rara y extravagante que pudiera ocurrírsele, más aun que ir de vacaciones a la playa, o disfrazarse en Halloween.
Se siente incómodo, porque hace tanto que no se han visto que no sabe muy bien que decirle. Tal vez porque ante él siempre se ha sentido inseguro, inexperto, como un niño pillado en falta y, a pesar de los años, de las vivencias, de todo lo pasado juntos, aún se pone nervioso ante él. Siente la rebeldía crecer por momentos en su interior, cuanto más se acerca a él, más ganas le dan de fastidiarle. Se sonríe sin poder evitarlo pensando en todas las veces que ha conseguido sacarle de quicio, descomponer su serenidad, golpear su angustia. En cierta forma a su manera ha conseguido recordarle que está vivo sin estarlo.
Conduce sin apenas escuchar la música, a pesar de que como siempre está demasiado alta, absorto en sus pensamientos, Imaginando la escena, componiendo los diálogos.
Total para qué, piensa, seguramente no querrá venir y acabarán discutiendo como siempre. Y lo peor en ese caso no es que no consiga convencerle, ya que a él no le importa si el maldito Angel viene o no a cenar, es imaginar la cara de desilusión de Buffy. La sensación de derrota, la impotencia una vez más.
No entiende esa necesidad de las mujeres de complicarlo todo. Apreta los labios, mientras pisa a fondo el acelerador, sintiendo que cuanto antes llegue, antes acabará todo y podrá volver a casa. No quiere pensar en ello, en el fondo de su corazón sabe que a él también le gustaría, sería agradable sentarse junto al fuego y compartir un buen bourbon, mientras los scoobies rememoran otros tiempos. Sería un poco extraño tal vez, los dos, y ella, y... todos, pero al menos se sentiría un poco más arropado en medio de toda la loca familia que ella ha construido. El rostro adusto, serio de Angel seria un bálsamo en medio de aquella locura llamada navidad.
Los Angeles
Lleva una hora paseando frente a la puerta, fumando un cigarro tras otro, mientras piensa que le va a decir, es tan absurdo, que suena irreal. Cuando aún está lejos de estar preparado para entrar, la puerta se abre de repente, y se encuentra con la imponente figura de Angel. Ambos se sobresaltan, dan un respingo y se miran en silencio. Angel le mira entre curioso y sorprendido, por la visita inesperada. Después de unos segundos que parecen eternos, pronuncia su nombre mientras sus ojos le recorren, curiosos, escudriñadores, un atisbo de alegría escapa de ellos, una chispa apenas visible para cualquier otro que no fuera Spike.
-Angel- es lo único que acierta a decir, y aunque odia reconocerlo, está nervioso, emocionado, casi hasta contento de verle.
- Spike, ocurre algo- No es que Angel fuera especialmente negativo, bueno, es cierto que es un hombre taciturno, y callado, pero no se preocupa por cualquier cosa, está tan acostumbrado a ver cosas extrañas, a luchar con la oscuridad y el mal, que es capaz de mantener la templanza en las situaciones más comprometidas, pero ver a Spike es siempre motivo de alarma, nunca se sabe por donde va a salir, en que lío se va a meter y por tanto arrastrarte a él, ni que guerra dialéctica va a empezar. Así que a Angel se le disparan todas las alarmas.
-Umm, no, no ocurre nada- Spike siente una punzada rebelde que sube por su interior, - tu siempre tan cenizo, es que ha de ocurrir algo, no puede uno pasear por los Angeles, si le apetece- Siente que la sangre le hierve por dentro, aunque sea imposible, se siente molesto, otra vez ha vuelto a hacer lo de siempre, le mira retador, descarado, cuando lo que desearía es abrazarlo, sentir el calor de ese cuerpo grande, ancho, abrazarlo y mantener ese abrazo traspasando el cariño, haciéndole sentir que todo está bien, la calma que su agitada alma siente. Y en cambio calla.
Angel le mira y siente un pellizco en las entrañas, muy dentro. Siempre que se ve en la profundidad de sus ojos, en el mar de esas lagrimas vertidas a escondidas, acalladas a golpes, secadas con palabras de humillación y desprecio.
Hace mucho que iniciaron un nuevo camino, sin rencores, sin odio, superando ese pasado tan doloroso, pero su alma sigue sintiendo la culpa, sigue atada al desprecio y el rencor que Angel siente por esa parte que vive en lo más profundo de su interior, aún no se siente liberada dolor causado.
- Así pues, has venido de paseo - le mira intentando entender porqué está enfadado, joder, si apenas han cruzado dos palabras.
- un poco lejos, ¿no?, ¿no te habrás metido en líos verdad?- Lo dice despacio, preocupado.
- Pues no! Además yo no quería venir, la culpa es de ella…ya ves que capricho. Total seguro que no querrás y me tendré que volver de vacío, y todo por tu culpa- se muerde el labio, ahogando ese gesto tan conocido, tan familiar, y que hoy no es una pose, se siente mortificado, incapaz de negarle nada a Buffy, ahora está ahí y no sabe que decirle. Desearía rodear ese corpachón grande, fuerte, tan conocido, tan familiar, irse de juerga, y llevarlo a ese pequeño pueblo en que han establecido su
casa, su hogar, y ver la sonrisa de Buffy, y la aprobación de Angel y…
Antes de que pueda decir nada más, Angel lo abraza, lo pilla desprevenido, sumido en el mar de sus pensamientos confusos, y con la guardia baja, así que no puede zafarse de ese abrazo, cálido, sincero, profundo, un abrazo que traspasa su muralla, sus barreras y que no puede evitar devolver con afecto tanto tiempo reprimido.
Llevan dos días recorriendo todos los garitos de los Angeles. Le ha seguido por mil rincones, intentando convencerle, sacarle al menos la promesa de que lo pensará, de que tal vez vaya, aunque sea solo a cenar, y después de tantas copas que ha perdido la cuenta, de tantos lugares rastreados en busca de demonios y seres de la noche, aún no sabe si tan siquiera ha considerado la posibilidad.
Después de la sorpresa inicial, en la que le miraba incrédulo, como quien escucha una broma absurda, casi se ahoga de la risa, suerte que no necesita respirar, porque vaya faena si no. No había visto a Angel reír jamás así, bueno, no le había visto reír nunca. Si vio a Angelus, mil veces, por motivos mucho menos benévolos, mucho más crueles, pero a Angel nunca, está seguro.
Y después de eso nada.
Sabe que debe volver, seguro que Buffy estará preocupada, y nochebuena está ahí, faltan apenas un par de días. No quiere pensar en como se lo dirá, ni en su decepción.
Se despide de él, con una súplica en la mirada, es sincero, realmente le está pidiendo que vaya, por él, por ella, por… todos.
El día antes
Hace un día tremendamente frío, Buffy espera impaciente. Hace horas que acabó de arreglarlo todo, incluso tiene el pavo relleno en la nevera esperando ser cocinado, todo está dispuesto, las habitaciones preparadas, los regalos, las luces, los adornos. Está nerviosa, pasea por el comedor intentando no pensar, intentando concentrarse en otra cosa, repasa mentalmente todos los
preparativos una y otra vez, evitando pensar en Spike. Hace dos días que se marchó, y lo único que sabe de él es que llegó bien. Después de eso, nada.
Dawn llega con las pequeñas Anne y Joyce, sus niñas de 5 y 6 años y en un segundo revolucionan el ambiente, la casa se llena de risas, pasos que corren apresurados por los pasillos. Así que por un rato toda su energía se concentra en ellas, en su parloteo, en sus carreras investigando por la casa, revolviendo en las habitaciones, sus ojos llenos de ilusión infantil, de inocencia, que tanto le recuerdan otro tiempo, tan lejano ahora. Poco después llega Xander, que aunque esta vez se alojará en casa de Giles, ha decidido visitarles primero. Se le ve más cansado, algo dejado tal vez, pero en su rostro sigue reflejándose ese pequeño sentimiento de culpa que nunca ha conseguido arrancarse desde aquella última vez en que salvaron al mundo. Nada ha sido igual desde entonces, siempre que ve a Spike siente un poco de vergüenza por tantas cosas que tal vez debería haber dicho, por aquellos pequeños detalles que nunca tuvo. Es precisamente por eso que prefiere alojarse en casa de Giles.
-Hola Xander, vas a pasar- la voz de Buffy le apremia a entrar, afuera la tarde es desapacible. el cielo gris se tiñe de nubes plomizas que presagian que tal vez nieve, algo realmente insólito, pero a ellos ya nada les extraña, sus vidas han estado siempre tan rodeadas de cosas extrañas, diferentes, sobrenaturales... que cualquier cosa se les antoja posible.
- Buffy...- la voz de Xander suena tan cansada tal vez como su rostro.- sólo quería saludaros antes de ir a casa de Giles,- dice mientras atraviesa la puerta y se funde en un abrazo con ella. -¿ha vuelto Willow de Inglaterra?- Giles me dijo estaba de viaje con Oz-. Y antes de que le conteste, se vuelve hacia las pequeñas que han aparecido y se abrazan a él, mientras le piden entre risas y gritos que haga de monstruo, así que desaparece por el pasillo persiguiendo a las dos niñas entre gritos de falso terror, y amenazas de tortura de mentira.
De todas formas hace rato que ella está ausente, se acerca nochebuena, y Spike no ha vuelto, la llamó al llegar para decirle que había llegado bien, que había quedado con Angel para tomar unas copas, momento que aprovecharía para convencerle de la disparatada idea que había tenido y luego, nada, silencio. No es que estuviera preocupada por él, es que le echaba tremendamente de menos. Se había acostumbrado a sentirlo refunfuñar de un lado a otro, nervioso, con ganas de salir,
dominando sus instintos, sus ganas de cazar. Se había acostumbrado a notar su presencia tras ella, para luego abrazarla, rodearla con sus brazos en un calido y dulce gesto, acariciando su piel. Le echaba de menos terriblemente, porque en esos momentos era aún más patente hasta que punto era él su vida, su mundo, su apoyo.
Ella mira hacia la carretera, buscando en la línea del horizonte con esos ojos enormes, llenos de vida y luz, aunque finas líneas se dibujan en su rostro aún bello.
Escruta el infinito, buscando esa silueta tan familiar, tan amada, tan conocida, sabe que está a punto de llegar. Sabe que le mirará con esos ojos brillantes, profundos, con la mirada un poco gacha, un poco avergonzado, un poco triste por no poder darle lo que le ha pedido.
Mira el ocaso, el sol a penas es ya una tenue luz anaranjada, finos rayos rojizos que besan la tierra y las montañas, la oscuridad extiende su manto sobre la pequeña ciudad. En esa noche fría, sin luna, en la que apenas se intuyen las estrellas, ella le espera, ansiosa de abrazarle, de besarle de nuevo.
Sabe que debería estar enfadada por haberla tenido sin noticias, sin saber de él, preocupada, ansiosa, pero sabe que en cuanto le vea el enojo se diluirá como humo.
Antes de cenar
La casa luce preciosa, llena de pequeños adornos navideños. Al fondo junto a la ventana un gran árbol preside la estancia principal. De sus ramas cuelgan adornos variados en tonos rojizos(regalitos, campanillas, pequeños muñecos de trapo, tambores brillantes diminutos y una larga guirnalda que lo rodea hábilmente dispuesta, que destacan entre sus tupidas y verdes ramas. Hay velas por toda la estancia iluminando tenuemente el ambiente. La mesa abierta para acogerlos a todos, se ve
esplendorosa, con un mantel rojo con pequeños papa noeles dibujados. Platos de porcelana, cubiertos relucientes y copas brillantes dispuestas con esmero y un gusto exquisito. Por un instante recuerda la mesa de su madre, hace ya una eternidad, en el frío y húmedo Londres. Un segundo de melancolía, que se sacude rápido, no quiere que ella le vea triste, no quiere que ella piense en Joyce.
Arriba escondido en un cajón del cuarto principal está el disfraz de Papa Noel que una vez se puso para complacerla, y en el fondo del ropero un gran saco lleno de regalos envueltos con mucho esmero en papeles de brillantes colores y adornados con lazos esperan ser colocados bajo el árbol. Hay un paquete para cada uno, pequeños detalles, y un par de regalos enormes para las pequeñas.
El ha jurado no ponérselo esta vez, pero sabe que si ella se lo pidiera se lo pondría mil veces, por más ridículo que pudiera verse. Piensa en todos esos años de felicidad, años robados al destino que sorprendentemente le había dado la oportunidad de iniciar un camino nuevo junto a ella. En un cajón de la cómoda ha escondido un pequeño paquete envuelto en un brillante papel rojo con diminutos dibujos dorados, él mismo le puso el lazo, aunque tal vez debería haber dejado que lo pusiera la vendedora que le atendió y que le miraba de reojo con una sonrisa que fue incapaz de descifrar.
Lo compró hace ya bastantes semanas, y ahora no sabe si realmente es un buen momento para regalárselo. El había imaginado un momento mucho más intimo, mas romántico, y ahora, con todos allí... con él allí tal vez, se le hace muy extraño.
Mira distraídamente por la ventana, y aunque no lo confiese escudriña en la oscuridad buscando un coche, esperando al invitado que falta y que, probablemente, no acudirá.
La cena
Han empezado tarde a cenar, esperando. Todo dispuesto, la comida preparada, todo en su punto, perfecto. Los canapés ordenadamente dispuestos en las bandejitas, sabrosos aperitivos, preludio de una copiosa cena, preparada con mimo, con ilusión, y esmero. Y al final Giles ha tomado la iniciativa, pues no tenia mucho sentido seguir esperando, Al principio estaban todos muy callados, en un embarazoso silencio, mirando a Buffy que disimulaba la desilusión que seguro sentía, Por suerte Spike a empezado a contar historias a las crías que enseguida han animado el ambiente, y han llenado un poco el hueco de la silla vacía.
Pronto todos charlan animadamente, los platos se llenan de manjares delicadamente preparados, canapés exquisitos, pequeñas delicias, entremeses, delicados caprichos para el paladar, preludio de una cena cuidada con espero, con cariño. Las copas se llenan y vacían, tintinean con los brindis, mientras las voces se animan, las conversaciones se cruzan, risas, brindis, buenos deseos, un villancico se oye bajito en aparato de música. Llevan un rato de animada conversación, cuando se oye un golpe seco, un par de toques en la puerta que apenas se perciben entre las voces, las risas y las copas que una vez mas chocan celebrando esa noche tan especial.
No se han dado cuenta, pero Giles ha abierto la puerta, estaba en la cocina cogiendo un par de botellas de un reserva que tenía para una ocasión especial, y que ha decidido descorchar por fin, así que es el único que ha oído un par de golpes secos, pero enérgicos.
Todos se quedan callados, mirando al recién llegado, hay que reconocer que Angel impresiona, no sólo por su altura, o corpulencia, su semblante serio, sus ojos penetrantes, su mirada enigmática, cualquiera que no lo conozca se volvería a mirarle, como le miran ahora todos.
Les dirige una sonrisa tímida, un tanto divertida por la expectación causada, por la sorpresa, pero antes de que nadie diga nada, la pequeña Buffy se ha colgado ya de su cuello y le está llenando la cara de pegajosos besos.
La cena transcurre sin sobresaltos, todos están muy animados, Buffy los mira a todos y siente un extraño bienestar, una sensación de que todo está como debe ser. Hacía mucho, tal vez desde que era una niña pequeña y aún creía en la magia de la Navidad, y no sabía de Demonios, no cazadoras, no sabía más que de ilusión y sueños que no lo pasaba tan bien.
Siente que por fin son una familia, los mira hablar animados, como si el pasado no existiera, cien años de enfrentamiento, de duda, de incomprensión borrados por fin, las dudas, los reproches, por fin han desaparecido, como si no existiera el pasado, como si sus almas por fin se conocieran, dos corazones muertos que laten imaginarios y se siente satisfecha, Siente que nunca estarán solos, que cuando ella no esté se tendrán el uno a otro, y podrán seguir caminando.
Aún falta mucho para eso, o tal vez no, el destino es tan complicado y caprichoso. Pero ahora siente que el suyo le pertenece por fin completo. Ahora puede permitirse sentir esa felicidad que la recorre cuando está junto a él, todo está por fin como debe ser.
Después
Silencio, es lo único que existe en el ambiente. La casa esta en silencio, no se oyen ruidos, ni voces, ni cánticos, apenas la respiración de Buffy apoyada en su pecho. Hace mucho que todos se han marchado. Después de tres días de locura, de sonidos ensordecedores, de cánticos imposibles, de las risas cantarinas de las niñas,
Siente un cosquilleo que le recorre nada mas notar el roce de su piel. Buffy lo mira con sus grandes ojos verdes llenos de un brillo acuoso, a duras penas consigue contener las lágrimas que asoman abriéndose paso sobre sus mejillas. Se siente tan feliz, tan emocionada que se abraza a él escondiendo su cara, ocultándola contra su pecho, ahogando sollozos que no puede contener.
- No llores amor,- le dice besándole dulcemente la mejilla, mientras enjugas esas dulces lágrimas que resbalan lentas y pausadas por su rostro.
- Oh, me siento tan feliz, - apenas solloza mientras se abraza a él aún más fuerte. Busca sus labios que besa lentamente, recreándose en esa sensación de calidez, saboreando la esencia de su aliento fresco, increiblemente reconfortante, aspira su olor mientras muerde suaventente sus labios, sintiendo un cosquilleo que la recorre, despertando cada uno de sus sentidos.
Él la coge entre sus brazos mientras la besa con la misma pasión que la primera vez, en aquel sueño en que descubrió que la amaba, que ella corría bajo su piel antes de que su corazón pudiera ni tan sólo sentirla. La levanta en sus brazos y lentamente sube las escaleras mientras recorre con sus labios tu cuello,
Al final, si va a ser una noche muy especial, amor- Y le devuelve el beso con la pasión de un corazón siempre joven por él.
FIN 